Soy voluntaria de CASA desde hace unos cuatro años.
Conocer a mi juventud fue refrescante porque fue muy honesto. Le pedí que se juntara conmigo, y las primeras veces me dijo que no. A mucha gente le habría desanimado, pero yo apreciaba la sinceridad de mi juventud.
Mi hijo lleva más de una década en el sistema de acogida. Creo que a veces la gente mayor, y me incluyo, se entromete entre los más jóvenes y asume que sólo quieren que hablemos en su nombre. Pero creo que debemos ganarnos el derecho a hablar por ellos y a estar a su lado. Y agradezco mi juventud, que me ha permitido ganarme el derecho a hacerlo. Cuando por fin accedió a quedar, yo estaba entusiasmada y quería asegurarme de que respetaba su espacio personal. Y creo que a partir de ahí todo ha ido genial.
A los dos nos encanta el fútbol de instituto, así que vamos a los partidos de fútbol de los institutos locales, lo que ha sido un gran lugar para conocernos. Estamos comiendo y viendo los partidos. Y mientras hay un tiempo muerto en el campo, ponen música. Mi joven se levanta y se pone a bailar. Y él me dice: “¿Qué pasa? ¿No quieres bailar?” Así que me levanté y empecé a bailar y fue una de las cosas más chulas que han pasado entre nosotros. Incluso sorprendí a mi hijo por su cumpleaños en el colegio. Aunque tenía miedo de avergonzarle u ofenderle, todo salió bien y me alegré de formar parte de un día tan importante en su vida.
Me emocioné mucho cuando recibí una invitación para la graduación de bachillerato de mi hijo. Ha trabajado duro y tiene una media de 4,0 puntos. Verle graduarse fue uno de los mejores momentos de mi carrera como voluntaria de CASA. Mi hijo tiene previsto matricularse en el Fresno City College y cursar allí estudios relacionados con la empresa. Estoy seguro de que le irá bien en lo que elija estudiar.
*Los nombres de las personas mencionadas en este artículo han sido modificados para salvaguardar la identidad y la intimidad de los jóvenes de acogida implicados.
